En su entrevista con la cadena ABC, Obama dejó claro, no obstante, que la legalización de las bodas gais debe seguir siendo competencia de los Estados, no del Gobierno federal, y no se vaticina un escenario legislativo inmediato en el que esos matrimonios sean autorizados en el conjunto del país o entre una mayoría de su población. Para ello, de acuerdo a este sistema político, se requieren mayorías que hoy no existen.
Sin embargo, la mera declaración de Obama, la primera en ese sentido que hace un presidente norteamericano en ejercicio en toda la historia, ha colocado el asunto de los derechos de los homosexuales en el primer plano de la campaña. Es difícil saber cuánto hay de cálculo político en esa decisión. En parte, porque el presidente, que se pronunció tres días después de que su vicepresidente, Joe Biden, respaldara la misma causa, se vio forzado a esclarecer finalmente su punto de vista después de varios años en los que se había manifestado “evolucionando” sobre esa materia. Pero es indudable que existen algunos ingredientes en este tema que pueden favorecer electoralmente a Obama.
Uno de ellos es el del voto joven, fundamental en su victoria de 2008 pero algo decepcionado ahora por los logros de esta Administración en los asuntos que más preocupa a ese sector. Uno de esos asuntos es, precisamente, el de los derechos de los homosexuales. El respaldo a las bodas gais entre los votantes menores de 30 años es superior al 60%, unos diez puntos por encima del de la población en general.
La declaración del presidente del miércoles –“creo que las parejas del mismo sexo deben de poder casarse”- también es muy bien recibida entre las mujeres y entre uno de los círculos con mayor poder de recaudación de dinero para la campaña, el del espectáculo. Esta noche, Obama espera recaudar más de 14 millones de dólares en una cena en casa del actor George Clooney en la que los invitados pagan 40.000 dólares por cubierto.
Este extraordinario paso en el desarrollo de los derechos civiles presenta, al mismo, algunos inconvenientes políticos. Puede restar votos para Obama entre la población católica, muchos de ellos hispanos, entre los afroamericanos, que son mayoritariamente contrarios al matrimonio gay, y entre población rural o de clases populares de lugares como Ohio, Florida, Virginia o Carolina del Norte, donde Obama necesita ganar en noviembre. La causa homosexual es, esencialmente, de población urbana e ilustrada.
Todos esos grupos se verán confrontados ahora a elegir entre dos candidatos cuyo contraste, después de este sorprendente anuncio, ya no es solo de oferta económica sino de valores y de categorías morales. Si estas elecciones, obviamente, fueron siempre la competencia entre un candidato de la derecha y otro de la izquierda, ahora lo es un poco más.
Romney se ha visto obligado a pisar un terreno que no quería, el dedefender el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer, algo que, aunque sea levemente, lo sitúa en el lado minoritario de la sociedad norteamericana en este momento. Las encuestas fluctúan entre un 50% y un 56% de apoyo a las bodas gais. Para colmo, el candidato presidencial republicano tuvo ayer que pedir disculpas después de que el diario The Washington Post publicara que, durante su estancia en el colegio, con 14 años, formó parte de una pandilla que molestó, humilló y tal vez agredió a un compañero homosexual. Romney dijo que él no sabía que el agredido era gay, pero reconoció que hizo algunas gamberradas en la escuela que “tal vez fueron demasiado lejos”.
Un síntoma de que el tema le incomoda a la oposición es el hecho de que el Partido Republicano trata cuanto antes de cambiar de debate y reduce la importancia de la declaración de Obama a una mera táctica electoral. Quizá lo sea. Pero también es un asunto que hoy define una visión de la sociedad moderna y, por tanto, un punto que podría formar parte de esta campaña durante mucho tiempo.
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